Comparto la Carta abierta de ayer, 15 de febrero dirigida a la presidenta. Espero sepan rescatar el único mensaje de la misma independientemente de las ideologías políticas, las frustraciones o esperanzas que tengamos cada uno respecto de nuestra vida en nuestro país.
Ahí va: Sobre mentiras y naturalezas
Por Mempo Giardinelli
Señora Presidenta: Nuevamente,
y con todo respeto, me permito reflexionar con usted, ahora acerca de
un viaje por el interior profundo de los Estados Unidos, donde estoy
circunstancialmente.
Para quien no lo sabe, West Virginia
parece estar en muchos aspectos todavía en el siglo XIX, los norteamericanos de este Estado bellísimo, de idílicos
paisajes de montañas y lagos, y tan parecido a su Santa Cruz, son en su
inmensa mayoría altos y toscos como buenos montañeses.
Es un Estado de clara mayoría
republicana, atestado de iglesias para todos los gustos y credos y con
la bandera de barras y estrellas en casi todas las casas, en muchos
casos junto a las fotos de hijos muertos como soldados en alguna guerra.
La razón es que no hay muchos puestos de trabajo y las fuerzas armadas
son aquí un empleo tentador, aunque con alto riesgo de morir joven.
Este domingo en la ciudad de Elkins, West Virginia, me despierta
un largo artículo en el The New York Times sobre la
inflación en la Argentina. Firmado por un tal Alexei Barrionuevo,
ofrece la remanida idea de una Argentina caótica, con inflación
disparada, consumo irresponsable y augurios tormentosos. Nada nuevo, me
digo, sofocando el fastidio que produce la tendenciosidad de cierto
periodismo internacional. No lo esperaba de NYT, Señora,
pero es lo mismo que uno leería en El País, de Madrid.
Los informantes del articulista son cuatro economistas
conocidos: Sergio Berenstein, de la consultora Poliarquía;
Esteban Fernández Medrano, ex asesor del Estudio Miguel Ángel Broda y ahora en la consultora Macrovisión, y
los doctores Domingo Cavallo y Martín Redrado.
"Oh,
my God!", pienso, en inglés. Y siento tanta pena por la
Argentina como por el periodismo objetivo, al que en este país se supone
que rinden culto.
Después sigo viaje y me llaman la atención
la naturaleza impoluta, el extremo cuidado de los bosques, la limpieza
general y la admirable y respetada cartelería educativa. Es impactante:
aquí hasta los aserraderos son limpios y ordenados, y están obligados a reforestar todo lo que cortan.
Así, los pinos, maples y otras especies cuyos nombres ignoro están
sanos, enhiestos, y eso a lo largo de decenas, centenares de kilómetros.
Miles de hectáreas cubiertas de bosques nevados, ríos de aguas
transparentes y todo limpio, sano, a salvo de depredaciones. Y
nuevamente me duele mi país, tan devastado.
Pienso en mi
Chaco arrasado por décadas, en el ex Impenetrable, y ahora
en los asesinatos de La Fidelidad, que serán un negocio y
no, como debería ser y con urgencia, un nuevo y enorme Parque Nacional.
No te hagas ilusiones, me digo, y pienso en los que quieren hacer del
Iberá un arrozal; en los que están cerrando ahora mismo el Ayuí con la
venia del gobierno correntino. Y evoco recientes visitas a los Parques
Nacionales Iguazú, Calilegua en Salta y Baritú en Jujuy, que dan pena con su pobre infraestructura, bajos presupuestos
y heroicos guardaparques colmados de limitaciones y bajísimos salarios.
Pienso
también que el próximo vicepresidente de la Nación podría ser el Señor Gioja,
tan amigo y favorecedor de las multinacionales mineras. Esas mismas que
cuidan estos parques de West Virginia y los centenares de parques de
los Estados Unidos, donde la naturaleza no se toca y no se atreverían a
cortar ni un tronco viejo.
Pero nosotros sí los dejamos.
Mejor dicho, nuestros gobernantes desde hace décadas, desde los milicos y
antes de los milicos y después de los milicos, que es lo grave. Incluso
su gobierno, Señora, y se lo digo con la modesta autoridad de quien
tantas veces lo defiende, aunque no en este punto. Porque el Señor Gioja
es ambientalmente temible, como lo es el Señor Mussi en la
Secretaría de Ambiente. Cuando de hecho se congela nuevamente la Ley
de Glaciares, para muchos de nosotros es inexplicable ese
entusiasmo por la minería a cielo abierto, que es la próxima catástrofe
de la Argentina.
Y es claro que la oposición no es
esperanzadora a este respecto. Sería peor si gobernaran los que ya
fueron gobierno: radicales y peronistas, liberales
y conservadores, de Alfonsín a Duhalde y
pasando por Menem y De la Rúa, cada gobierno fue
ambientalmente igual o peor. Y si llegara a la presidencia el Señor Macri,
que Dios nos guarde, porque ya ha mostrado tener tanta sensibilidad
ambiental como una Caterpillar de las grandes.
Por
eso no dicen nada. Esa es la perversa razón por la cual la oposición,
los grandes medios y los periodistas de la tele no dicen ni una palabra
de esto. Podrían hacerse un festín criticándola a usted y a su gobierno
en materia ambiental. Pero no dicen nada porque todos fueron
favorecedores de lo mismo, y sin dudas lo serían de alcanzar el
gobierno.
Lo penoso – y paradójico – es que sea su gestión,
Señora, la que hace el trabajo sucio. Cuesta entender que el mismo
gobierno que sancionó la Ley de Medios y puso en marcha la
Asignación Universal por Hijo – y que lleva a cabo
políticas acertadas en Derechos Humanos, Defensa, Relaciones Exteriores y Seguridad – sea el que favorece
y ampara la minería a cielo abierto en Catamarca, San Juan, Salta,
Jujuy y dentro de poco en toda la cordillera.
El territorio
argentino está siendo arrasado, Señora. Lo recorro año a año; veo el
deterioro. Cambia nuestra geografía, peligran las aguas, los bosques,
ahora las montañas. La minería a cielo abierto es un crimen y en muchos
países está prohibida. Igual que la soja transgénica. Por eso me siento
en el deber de decir esto cuando veo cómo en este país – que tantos
argentinos critican sin conocer – la naturaleza es cuidada como lo que
es: una madre. Lo cual no quita que la mayoría de sus empresas cuando
salen al mundo depredan a lo bestia. Con acuerdo local, tantas veces.
No soy fundamentalista ni dogmático de nada. Y además voy a
votarla si usted se presenta, como espero, a la reelección. Quiero que
siga gobernando porque comparto el rumbo de su gestión en muchísimos
aspectos y políticas sociales. Pero no quisiera votarla bajo protesta
ambiental. Por eso esta carta. Con mis respetos.